Hemos normalizado estar mal en el trabajo. Sentir que no llegamos. Vivir con ansiedad los domingos o volver a casa tan cansados que no queda energía para nada.

Pero esto no es normal. Solo se ha convertido en un mal común.

Según estudios recientes el 70% de los trabajadores han experimentado síntomas de burnout (síndrome del trabajador quemado). Y esta no es forma de vivir.

El burnout no es solo sobrecarga de trabajo o un bache. No se soluciona durmiendo más o desconectando el fin de semana. Es algo más profundo que va dejando huella en tu cuerpo, tu autoestima, y en tus decisiones.

No aparece de repente. Es como el agua: empieza a hervir poco a poco, hasta que te quema.

Por eso es tan importante poner atención a las señales de alarma. Porque el burnout empieza con insatisfacción laboral y acaba en un bloqueo emocional, ataques de ansiedad mientras duermes o una rumiación constante que paraliza sobre una sola pregunta: "qué hago con mi vida".

Deja de vivir en piloto automático, deja de sobrevivir. Empieza a recuperar tu energía y a tomar decisiones para construir una vida con sentido.